Mundus Novus 33

Fue en el año de 1987 cuando inicié mi labor como adulto voluntario sirviendo al
Movimiento Scout. Comenzaba entonces un largo camino como dirigente scout,
un camino lleno de desafíos, de mucho aprendizaje, de adquirir un compromiso
muy sólido para contribuir a la educación de la gente joven y también, porqué no,
de muchas satisfacciones. Incorporaba a mi vida un nuevo rol que demandaría
donar mi tiempo, mi talento y mi tesoro (dinero) en beneficio de los demás.
Hoy al hacer un balance, tras casi 28 años de haberme convertido en un
Adulto en el Movimiento Scout, reflexiono fuertemente sobre la importancia
de mantener el “equilibrio”. Equilibrio en los diversos roles que se tienen en la
vida, equilibrio en el tiempo que se dedica a cada uno de ellos, equilibrio en los
resultados que se desean obtener al pasar del tiempo.
Cuando comencé mi labor como dirigente scout, era al mismo tiempo estudiante
universitario, hijo, hermano y amigo. Esos era los principales roles que jugaba
en aquel entonces. Sabía bien que no podía destacar como dirigente scout
dejando de lado el buen rendimiento como estudiante, o renunciando a la vida
familiar, o rodearme de amistades negativas que me llevaran a hacer mal uso
de mi tiempo y mi dinero. Tratar de mantener el equilibrio no sólo era un asunto
de saber administrar el tiempo que se otorgaba a cada uno de estos roles
para lograr los resultados que anhelaba, sino sobre todo se relacionaba con un
tema de congruencia con los valores expresados en la Promesa y Ley Scout,
no podía ser “Farol de la calle y oscuridad de mi casa”, como reza un conocido
refrán mexicano. Muchas veces limité el tiempo que debía dedicar a mis padres
y hermanos por dedicarlo al Movimiento Scout o al estudio, lo cual no estaba
bien. Tuve que aprender al paso del tiempo que hay que darle su lugar a cada
cosa y que no se puede obtener resultados en un rol a costa de fracasar en otro...

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